Recuerdo que uno de los obstáculos más grandes que me impedían convertirme en un Nómada Digital era el hecho de pensar en mis pertenencias. Tenía todo un departamento lleno de cosas en Monterrey, México aunque nada que fuera especialmente importante. La mayoría eran cosas del día a día como ropa, zapatos, sábanas, colchas, utensilios de cocina, almohadas, libros, artículos de aseo personal, algunos pequeños muebles, cosas de limpieza, electrónicos viejos (celulares, computadoras que ya ni servían, etc.) y, quizá lo más importante, un pequeño carro que había sacado a crédito y que me había costado el doble de su precio original (por la mala decisión de no ahorrar y en lugar de eso decidir pagar los altos intereses de un crédito).
En fin, eran cosas que había ido acumulando poco a poco con el paso de los años y que me servían como la excusa perfecta para postergar indefinidamente mi sueño de viajar por el mundo. Después de todo, ¿qué haría con todas esas cosas?, ¿donde las guardaría?, ¿a quien se las vendería?, ¿las tendría que tirar?, ¿las tendría que regalar?, ¿las tendría que donar?, ¿qué podría llevar conmigo en una maleta de tan solo 20 kilos?. En el fondo tenía miedo de desprenderme de lo que había ganado. Aunque en realidad fuera muy poco, o casi nada.
No era nada de gran importancia pero en aquel entonces esas pequeñas cosas representaban para mí años de esfuerzo, dedicación y trabajo y me costaba muchísimo imaginar que tendría que simplemente abandonarlas. Han pasado ya varios años de eso y hoy te puedo asegurar con toda sinceridad que la mejor decisión que he tomado en la vida ha sido, precisamente, abandonarlas (lo único que sí vendí fue el carro). De hecho, hoy en día ni siquiera recuerdo bien qué cosas eran y obviamente ni las extraño y hasta me da risa pensar que esa ropa vieja, esa televisión y esos platos de la cocina me estaban impidiendo cumplir mi sueño.
Al momento de estar escribiendo este párrafo llevo casi 3 años viajando sin descanso con tan solo una maleta que varía entre los 20 y 25 kilos como máximo, más una mochila en la espalda de unos 10 kilos donde guardo mi computadora y las cosas más importantes que me generan dinero y, créeme, nunca he sentido que me faltan cosas. Todo lo contrario. Ya no colecciono cosas que ni uso, cosas que ni sirven, cosas que ni sé para qué las tengo, no me endeudo en comprar basura. Suena fuerte pero piénsalo por un momento. Estoy seguro que te podrás identificar. Dime, ¿cuántas cosas tienes guardadas en tu casa que llevas años o incluso décadas sin utilizar?. Revisa detenidamente tu entorno para que te des cuenta de lo grave que puede ser este asunto.
En mi caso sí fue algo muy grave. En verdad llevaba ya muchos años sin utilizar la gran mayoría de las cosas que estaban en mi departamento pero por alguna extraña razón, allí estuvieron siempre. Ocupando espacio en mi closet. Y lo peor, ocupando un espacio en mi mente. Porque créeme, con el simple hecho de saber que tenía mi closet lleno (sin saber que había pero lleno a final de cuentas), generaba ya una carga mental importante y una preocupación importante. Generaba una responsabilidad y un estrés. Yo era responsable de ese closet.
Cada vez que vayas a comprar algo recuerda que ese algo ocupará un espacio en tu mente y desde ese momento será tu responsabilidad. Con cada cosa que compres obtienes una nueva responsabilidad. Las cosas requieren atención y requieren que les dediques tiempo y esfuerzo. Piensa en un carro por ejemplo. Un carro te genera preocupaciones. ¿Donde lo voy a estacionar?, ¿cuando le toca el mantenimiento?, ¿porque se escucha un ruido cuando lo enciendo?, ¿que día iré a ponerle gasolina?, ¿cuando se vence el seguro?, ¿a cuánto dinero subirá la mensualidad este año?, ¿se habrán dañado las llantas con ese agujero en el que caí?, ¿será seguro este lugar para dejarlo estacionado toda la noche?.
El carro requiere de tu tiempo, dinero, esfuerzo y responsabilidad. Se convierte en una carga mental importante. Y lo mismo sucede con cualquier otra cosa que compres por más pequeña que sea. No estoy diciendo que no debas comprar nada o que el carro no te pueda solucionar un problema, por supuesto que resuelve problemas y te puede ser de mucha ayuda en algunos momentos pero aquí lo que quiero que entiendas es que es muy importante siempre comprar de manera consciente. Comprar viendo y analizando todos los lados de la moneda. Cada vez que compres algo, cualquier cosa, debes hacerte muchas preguntas. Preguntas que te ayuden a poner todo en una balanza y con ello confirmar si realmente es una buena idea lo que planeas hacer.
¿Realmente necesito esto que voy a comprar?, ¿qué problema me resuelve?, ¿cuánto dinero pagaré por él realmente si lo obtengo a crédito?, ¿lo usaré o se quedará guardado en el closet para siempre?, ¿por qué lo estoy haciendo?, ¿tengo ya algo parecido a esto?, ¿estoy comprando solo porque estoy aburrido o para calmar alguna emoción negativa?, ¿en qué me beneficia?, ¿me va a generar dinero?, ¿es algo que me alejará o me acercará a mis metas?. Estas preguntas son solo un ejemplo y obviamente puede haber muchísimas más pero creo que el punto ha quedado claro.
El objetivo no es que dejes de comprar, sino que compres de manera consciente. Todas las compras que hagas deben estar siempre alineadas a tu propósito y a tus metas. Mi meta por ejemplo era (y sigue siendo) ser un Nómada Digital y viajar por todo el mundo así que comprar un carro en aquel entonces fue una pésima decisión. Sin embargo, si tu meta es tener una flotilla para trabajar de taxista, comprar un carro probablemente es lo mejor que puedes hacer. Va depender totalmente de cuál es tu propósito.
Yo sigo comprando muchas cosas. Compro boletos de avión, compro estancias de largo plazo en departamentos de Airbnb, compro comida típica en restaurantes, compro entradas para atracciones turísticas, compro tickets de eventos, compro acciones en la bolsa de valores y claro que también compro ropa de vez en cuando, sobretodo cuando la que tengo ya está muy gastada, manchada, rota o ya la he usado en demasiadas ocasiones. Si aún está en condiciones de usarse opto por donarla en una iglesia o en alguna tienda de ropa de segunda mano y si de verdad ya se encuentra muy gastada, la tiro a la basura. Sin mas. Así de sencillo.
Ya no guardo infinidad de cosas porque para empezar no es posible con mi maleta de 20 kilos. Es sumamente satisfactorio. No he vuelto a acumular cosas que no me van a servir y tampoco compro cosas que no estén alineadas a mi propósito. Y esto es de verdad lo mejor que pude haber hecho en la vida. Me llena de felicidad. Créeme que mi vida se ha vuelto mucho más sencilla desde entonces. Mucho más práctica y menos pesada. Ahora todo fluye de manera más natural. Sin resistencias y sin obstáculos.
Y es que ahora entiendo perfectamente que la vida por sí misma es un juego de aprender a soltar. Debes aprender a soltar para que puedan llegar cosas nuevas y mejores. Mientras te aferres a lo que ya tienes, a lo viejo, a lo de siempre, jamás podrá llegar nada nuevo. Nada diferente. La gente suele jugar muy a la defensiva para tratar de proteger lo poco que tiene. Pero esto no tiene porqué ser así. Debes jugar a la ofensiva sin importar que tengas que soltar algunas cosas en el camino para que tu estrategia de ataque funcione. Créeme que valdrá la pena.
Y esto se ha convertido en una filosofía de vida para mi. La aplico tanto para las cosas materiales como también para los temas de relaciones personales y para los temas económicos, de inversiones y de negocios. Mantengo todo de la manera más práctica posible y siempre alineado a mi propósito. Lo que no me sirve lo suelto. No me aferro a nada. No acumulo. Dejo siempre espacio para que puedan llegar cosas mejores.
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