rio de janeiro

Conocimos Brasil en plena pandemia

Lo bueno y lo malo de brasil

Siempre nos preguntan si hemos tenido malas experiencias mientras viajamos como Nómadas Digitales. La verdad es que en todos los años que llevamos haciéndolo, no puedo recordar algo realmente malo que nos haya sucedido. Vaya, hemos tenido muchos inconvenientes como por ejemplo que un taxi nos cobrara el triple de la tarifa habitual, que nos vendieran las entradas de algún sitio turístico más caro solo por ser extranjeros, que el Airbnb que reservamos no cumpla al 100% con nuestras expectativas o que tengamos que quedarnos a vivir a las afueras de la ciudad por temas de presupuesto. Pero ninguna de estas cosas han sido como tal horribles, sino más bien han sido experiencias que nos han brindado un aprendizaje, nos han nutrido, nos han hecho crecer como Nómadas Digitales y nos han convertido en personas más inteligentes, precavidas y cuidadosas.  Brasil , Brasil, Brasil.

Sin embargo, hay una experiencia que sí considero que fue realmente mala y sucedió mientras estábamos viviendo en Río de Janeiro, Brasil. Brasil es un país hermoso con mucha naturaleza y su gente siempre está de buen humor, feliz y de fiesta, aún y cuando estén atravesando por situaciones difíciles, los brasileños siempre mostrarán una sonrisa. Son personas muy alegres en verdad. Sin embargo, el país también tiene otro lado de la moneda, y es que existe mucha inseguridad y debes andar con bastante cuidado, especialmente si eres extranjero. Al igual que como sucede en los demás países de Latinoamérica, los brasileños son buenos para detectar a las personas que son de fuera o que van caminando por las calles completamente perdidos o con exceso de confianza.  

De hecho podría decirse que nuestro incidente se debió precisamente a que andábamos con un exceso de confianza pero les pondré primero un poco de contexto. En aquel momento nosotros íbamos comenzando con nuestra aventura siendo Nómadas Digitales así que solíamos andar por las calles sin ningún tipo de precaución. Al final todo representaba una novedad para nosotros y estábamos viviendo una especie de éxtasis todo el tiempo gracias a que, por fin, estábamos cumpliendo el sueño de vivir acorde a ese estilo de vida libre y sin restricciones geográficas.

Cuida tus pertenencias en Brasil

Recuerdo que yo sacaba la laptop en cualquier parte y me ponía a trabajar en la playa, en los bares, sentado en la calle, en la noche, dentro del taxi, dentro de un autobús, prácticamente en cualquier parte me ponía a mandar correos o contestar llamadas. Lo mismo con el celular, lo sacaba en todas partes, me ponía a tomar fotos a diestra y siniestra en cualquier parte y a todo lo que me llamara la atención. Esto sin ser cauteloso y sin evaluar la zona en la qué estaba, sin ver qué tipo de personas estaban a mi alrededor, sin hacer caso a mi intuición, sin revisar si realmente era prudente o no lo que estaba haciendo.   

Es probable que esta experiencia horrible que vivimos fuera necesaria. Ahora que lo veo con una mirada retrospectiva y varios años después, estoy convencido que fue algo que tuvo que ocurrir para que realmente aprendiéramos a ser precavidos. Era una lección que el universo nos tenía que enseñar para evitar problemas mayores en el futuro. Como buen hábito, nos gusta pensar que de todo lo malo que nos ocurre siempre hay un lado positivo que se puede aprovechar porque, de hecho, siempre es así. 

Así que bueno, para no hacer tan largo el cuento, fuimos víctimas de un robo con violencia. A mi pareja le quitaron el celular y, como puso un poco de resistencia, también le dieron unos cuantos golpes en el camino. Tal vez pienses que no es algo tan grave o que incluso es algo que ya te pasó en tu propio país de origen. De hecho tengo varios conocidos de la Ciudad de México que literalmente pierden el celular en el transporte público varias veces al año. Algunas veces con violencia otras veces no. Ya muchos de ellos prefieren llevar consigo celulares desechables de esos que son a blanco y negro, que cuestan 20 dólares y que traen el juego de la serpiente. En pocas palabras, celulares que no les duele perder. 

Seguro que si eres originario de algún país de Latinoamérica te ha pasado algo similar o mínimo conoces a alguien cercano a ti a quien le ha sucedido. Mi intención con esto no es meterte miedo ni mucho menos, solamente quiero que veas que, después de tantos años de estar viviendo en el extranjero, lo peor que nos ha pasado es un robo de celular. Repito, un robo de celular. Un incidente que puede ser considerado como algo normal y sucede con bastante frecuencia en los países de Latinoamérica. Puede incluso decirse que eso es algo del día a día en la vida de muchas personas trabajadoras. Con esto quiero que reflexiones un poco y te des cuenta que en realidad viajar no tiene porqué ser peligroso. No tiene porqué darte miedo. Viajar no es algo que vaya atentar contra tu seguridad o te vaya poner en un peligro extremo. 

El mundo es maravilloso

Recuerda que el mundo es un lugar hermoso como para no visitar cada uno de sus rincones. No pongas el miedo como excusa. No te cuentes dentro de tu mente esa historia falsa de que no te atreves a tomar acción por qué valoras tu seguridad y prefieres quedarte sentado en el sillón de tu casa. Déjame decirte que allí, en el sillón de tu casa, ocurre el peor de los peligros, el arrepentimiento. El arrepentimiento que llega varios años después a tocar la puerta para decirte que desperdiciaste el tiempo y nunca tuviste el valor de ir detrás de tus sueños. No permitas que eso suceda por miedo a que te roben un celular, por ejemplo.

Solo para no dejar la historia incompleta, les contaré los detalles de cómo fue ese robo de celular. Era un día domingo por la tarde y habíamos ido a comer. Llevábamos en la espalda nuestras mochilas con las laptops, como siempre. Si, el día domingo también cargamos con nuestras laptops para todas partes porque, aún y cuando no tenemos entregas de trabajo formales con nuestros clientes ese día, siempre es bueno adelantar pendientes mientras tenemos ratos libres en los restaurantes o en alguna cafetería. Esto es algo que seguimos haciendo al día de hoy y seguramente lo seguiremos haciendo siempre. No por ser fin de semana significa que no vamos a trabajar. 

La chica de Ipanema

Así que bueno, después de comer nos fuimos caminando a una playa que estaba cerca de allí de nombre Ipanema, la cual es muy famosa y muy turística. De hecho, hay hasta una canción bastante conocida del grupo Jarabe de Palo llamada “La chica de Ipanema”. Caminamos quizá durante unos 20 minutos hasta ese lugar. La playa Ipanema se encuentra ubicada enseguida de otra playa llamada Copacabana que también es mundialmente famosa, es decir, en teoría no estábamos en lugares que no fueran recomendados, prohibidos para los turistas o en algún barrio turbio. Estábamos en los sitios donde todo el mundo se toma las típicas fotos para subirlas a las redes sociales. Brasil, Brasil, Brasil.

Eran aproximadamente las 2 de la tarde, a plena luz del día y la playa Ipanema estaba completamente llena de gente. Incluso era difícil caminar en la arena por la cantidad tan grande de personas que había. En ese momento oficialmente seguíamos en pandemia así que había pocos extranjeros (aún y cuando Brasil realmente en ningún momento cerró sus fronteras), la mayoría de la gente que estaba allí eran locales. Había gente haciendo picnic en la arena, había gente tomando alcohol, había gente con sus bocinas escuchando música, algunos otros estaban jugando deportes de playa como voleibol o fútbol y algunos otros estaban haciendo surf o simplemente nadando en el mar. Nada raro o fuera de lo esperado en Brasil.

No aparentes ser turista

Nosotros como las personas sin experiencia en viajes que éramos en aquel entonces, estábamos en euforia total tomando fotos y grabando videos a diestra y siniestra. Fotos de nosotros en traje de baño, fotos con los pies tocando el mar, fotos tomando cerveza, fotos del paisaje, fotos de los brasileños jugando fútbol y bueno, ya te podrás imaginar cómo estábamos tomando fotos de absolutamente todo aquello que se cruzara por nuestros ojos. Estábamos tan distraídos haciendo eso que ni siquiera nos pudimos dar cuenta que nos estaban observando. 

Debo mencionar que mi pareja y yo somos buenos detectando las malas vibras de la gente y somos buenos detectando cuando algo es peligroso o cuando algo no anda del todo bien con una persona, lugar o situación. Sin embargo, en ese momento confieso que ni él ni yo sentimos peligro alguno a nuestro alrededor o quizá estábamos tan ocupados con el celular que no fuimos capaces de prestar la suficiente atención a nuestro sexto sentido.

Seguimos caminando despreocupadamente por la arena cuando de pronto recuerdo voltear un poco hacia atrás y vi como venían corriendo a toda velocidad unos 10 niños hacia nosotros. Eran unos niños de quizá unos 12 años. Estoy seguro que ninguno de ellos tenía más de 15 años y además todos eran iguales. Pelones, chaparros, muy flacos y morenos. Parecían copias. En cuestión de segundos ya estaban todos encima de mi pareja. Literalmente se lanzaron sobre su espalda. Yo me quedé atrás paralizado viendo la situación sin saber muy bien qué estaba pasando. Entre todos los niños lo tumbaron en la arena y empezaron a forcejear para quitarle el celular. Como hubo resistencia empezaron a golpearlo en la cara y mi pareja igual alcanzó a golpear a varios niños hasta que, después de algunos segundos, mi pareja dejó de resistirse y les entregó el celular. Los niños lo tomaron y salieron corriendo.

Mientras eso pasaba yo pedí ayuda a las personas que estaban sentadas en la arena viendo lo que sucedía pero, como decimos en México, hicieron como que la virgen les hablaba, es decir, me ignoraron por completo, fingieron que no pasaba nada, se voltearon para otra parte y siguieron con sus vidas. Esto fue algo muy decepcionante. Cuando contamos esta historia a nuestros amigos, siempre me reclaman que sí porqué yo no hice nada para ayudarlo pero la verdad es que todo pasó tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de reaccionar correctamente. Sé que por la forma en la que describo la situación parece que todo duró varios minutos pero la realidad es que no, todo este caos sucedió en menos de 30 segundos. 

Los niños antes de salir corriendo con el celular que habían robado, voltearon a verme a mí por unos segundos de arriba a abajo. Me escanearon como para comprobar si también podían robarme mis cosas. Yo creo que al final no se atrevieron porque me vieron muy alto (mido 1.84cm) y mejor simplemente se fueron con el celular que ya habían conseguido. Mi pareja quedó tirada en la arena con sangre en la cara y yo me acerqué para levantarlo. Nos dimos cuenta que afortunadamente las heridas eran muy leves, a la altura de la ceja y la sangre se detuvo muy rápido. 

Este suceso obviamente arruinó nuestro día por completo así que caminamos unos metros fuera de la playa para pedir un Uber de regreso al departamento. No obstante, cuando llegamos a la calle vimos que había varias patrullas estacionadas. Al parecer Ipanema era una zona en donde la gente ya había reportado varios robos a extranjeros y el gobierno Brasileño había decidido enviar varias patrullas de vigilancia a la playa. Sin embargo, los policías en lugar de estar realmente vigilando, estaban dormidos dentro de las camionetas, plácidamente y sin importarles nada. 

Me acerqué a las camionetas y les expliqué a los policías lo que había sucedido. No me entendieron nada. Intenté primero explicarlo en inglés y después también en español pero nada. No sé si no les interesaba ayudarnos o si realmente no me estaban entendiendo. Para nuestra fortuna en ese momento llegó una brasileña a quien le había pasado exactamente lo mismo que a nosotros. Estaba caminando por la playa con su novio cuando de pronto la marabunta de niños se abalanzó sobre ella para quitarle el celular. Habían conseguido quitárselo pero su novio alcanzó a capturar a uno de los niños miembros de la pandilla. 

Eran brasileños así que el idioma ya no era una excusa. Los policías comenzaron por fin a poner atención. El niño que habían capturado estaba llorando y tratando de zafarse como loco así que los policías lo tomaron y lo encerraron en la camioneta mientras tomaban la decisión de qué hacer. En eso llegó otra mujer extranjera de Australia a la que le había pasado exactamente lo mismo. La pandilla de niños le había robado el celular. Ya éramos demasiadas personas quejándonos del mismo tema, estábamos haciendo un escándalo, todos hablando y gritando al mismo tiempo, la demás gente de la playa comenzó a voltear y a acercarse para ver qué estaba ocurriendo y obviamente todo este caos hizo que los policías no tuvieran otra opción más que atender la situación.

El sistema judicial de Brasil

Intentaron interrogar al niño, le preguntaron que si donde vivía, que sí donde estaban sus amigos, qué si donde estaban los celulares robados, pero el niño no decía ni una sola palabra, solo continuaba llorando. Para ser sinceros ver esta escena de los policías interrogando al niño me puso muy triste. Al final estos niños viven en la pobreza extrema, arriba de los cerros, en las famosas favelas y ellos prefieren morir antes que delatar a sus compañeros. Solo bajan del cerro para robar y conseguir un poco de dinero. Con el simple hecho de nacer en ese ambiente ya tienen una sentencia de muerte casi segura a muy temprana edad. Están metidos en drogas desde muy jóvenes, en delincuencia, en temas turbios y ponen en riesgo su vida todos los días. Es realmente triste.

Así que como era de esperarse los policías no pudieron sacarle ni una sola palabra al niño pero como había mucha presión por parte de nosotros los afectados, decidieron llevarnos a todos a la estación de policía más cercana, para levantar una denuncia colectiva. Nos subieron a todos en las camionetas y nos fuimos a la estación. Al llegar a la estación encerraron al niño en una celda mientras averiguaban a quién llamar, si es que tenía padres o algún familiar. Nosotros mientras tanto comenzamos a llenar varios formatos narrando lo sucedido, el valor del objeto perdido, nuestro domicilio en Brasil, los medios para contactarnos y demás datos generales. Además de eso atendieron la herida de mi pareja. 

Después de estar allí un buen rato, simplemente nos dijeron que ellos se pondrían en contacto con nosotros si es que lograban recuperar algo. Con esa promesa tomamos un Uber y regresamos al departamento. Nunca volvimos a saber nada ni de los policías, ni del niño, ni del celular. No sabemos a ciencia cierta qué pasó pero lo más seguro es que simplemente hayan tenido que liberar al niño después de algunos días por ser obviamente menor de edad y además porque un robo de celular no es considerado un delito grave.     

¿Qué consecuencias hubo de todo esto?, pues básicamente mi pareja duró algunas semanas sin celular y con algunas complicaciones para recuperar los contactos y demás datos que había dentro del teléfono. Mucha de la información era relacionada al trabajo y a los clientes así que sí representó un dolor de cabeza además del tiempo perdido. Las recomendaciones aquí son las mismas que debes tener en tú país de origen. Nunca guardes en tu celular fotografías, contraseñas o pantallazos de las cuentas bancarias, intenta siempre tener bloqueado el celular con huella o contraseña, configura la funcionalidad de borrar todo su contenido de manera remota, desde otro dispositivo y, de ser posible, mantén un respaldo de toda la información importante en la nube. 

Mi pareja en aquel entonces no seguía ninguna de estas recomendaciones, no tenía configurada ninguna contraseña ni respaldos de ningún tipo así que bueno, le sufrió un poco más pero al final esto también representó para nosotros un aprendizaje ya que, desde ese momento, le damos la debida importancia a estos temas. Recuerdo también que en aquel momento estábamos cerca de mudarnos a una ciudad Brasileña de nombre Foz de Iguazú que tiene frontera con Argentina y con Paraguay. Cuando llegamos allí aprovechamos para cruzar la frontera a Paraguay la cual se encontraba completamente abierta (recordemos que eran tiempos de pandemia) y allí mi pareja por fin compró su celular nuevo, aprovechando que ya toda la gente hablaba español y era un poco más sencillo.

Apropósito del idioma, en Brasil no toda la gente te entiende cuando hablas inglés y, de hecho, nos dimos cuenta que era mil veces mejor hablar en español. En general los brasileños te entienden mucho más cuando hablas en español, lento y de forma pausada, que cuando hablas en inglés. Así que toda nuestra comunicación fue en español durante los 3 meses que estuvimos viviendo en Brasil. Siempre que íbamos a comer a restaurantes, cuando preguntábamos por algún dato en la calle, cuando hablábamos con los guardias de seguridad del departamento y básicamente siempre que interactuábamos con algún brasileño, era en español. 

Seguramente comprar un celular nuevo en territorio brasileño no hubiera sido tan difícil pero si ya teníamos a unos metros la frontera con Paraguay y podíamos cruzar libremente a ese país donde el idioma oficial es el español, pues mucho mejor. Una vez que tuvimos el nuevo celular lo más complicado fue volver a bajar y configurar las aplicaciones de los bancos, ya que estas normalmente tienen muchos candados de seguridad, como envíos de SMS, autenticaciones de doble factor y están ligados a un número de celular en particular. Mientras estás en el extranjero esto puede ser realmente un reto y de hecho mi pareja no fue capaz de configurar algunas de ellas. Obviamente perdió el chip con su número Mexicano y el nuevo celular que compró en Paraguay pues obviamente venía con un chip que tenía asociado un número Paraguayo.

Utiliza fintech para guardar tu dinero

Afortunadamente, la mayoría de nuestras cuentas desde hace muchos años, incluso antes de comenzar a vivir como Nómadas Digitales, ya no están con bancos tradicionales. Utilizamos mucho las Fintech, que básicamente son bancos completamente digitales, sin sucursales físicas y, precisamente por esta razón, cualquier tema que tengas te lo resuelven por Whatsapp. Es mucho más práctico, eficiente y muy útil para cuando suceden situaciones como la pérdida de tu celular en el extranjero, por ejemplo. Así que bueno, está ha sido la experiencia más dramática y terrible que hemos tenido durante nuestros viajes al extranjero. Tuvo sus pequeñas consecuencias y dolores de cabeza pero tampoco fue algo del otro mundo. Nada mal para llevar ya varios años viajando como Nómadas Digitales, ¿no crees?.  

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