felicidad

Felicidad es igual a productividad

Hace más de 3 años que todo el trabajo que hago lo hago de manera remota. No me he parado en ninguna oficina en más de 3 años. Sin embargo, hasta hace muy poco había ocasiones en las que pensaba que debería esforzarme más para hacerme notar, pensaba que debería ser más productivo de lo que ya era, pensaba que debería estar todo el día mandando mensajes, correos, juntas y llamadas como una forma de “gritar” que estaba allí. Como una forma de decir que seguía vivo, como una forma de decir que no había desaparecido del planeta y que estaba trabajando muy al pendiente de cualquier situación. 

Hasta hace muy poco había días en los que pensaba que no debía desconectarme nunca como forma de compensar el gran “privilegio” que tenía por trabajar siempre de manera remota. Había días en los que, muy equivocadamente, pensaba que no hacía lo suficiente y que incluso no merecía tener el mismo sueldo con respecto a las personas que trabajaban en la oficina. Nada más alejado de la realidad. 

Si tú también estás pasando por esta situación o no te animas a trabajar de manera remota de tiempo completo por temor a que los demás piensen que eres un flojo sin causa ni beneficio, basta con hacer una pequeña búsqueda en Google sobre la productividad de las personas durante el Home Office para darse cuenta que los resultados hablan por sí mismos. La pandemia del Covid19 sirvió como el más grande experimento jamás antes visto sobre todas las cuestiones relacionadas al trabajo remoto. 

Hoy en día ya hay cientos de artículos y estudios publicados en internet (muchos de ellos realizados por firmas de renombre a nivel internacional) que confirman lo que ya muchos sospechábamos. El trabajo remoto incrementa la productividad de las personas. Seguramente tú mismo te podrás dar cuenta de ello si analizas la situación de manera consciente y objetiva y si echas un vistazo a tu alrededor y en tu interior, pero ¿por qué se incrementa la productividad?, bueno esto sucede por varias razones. 

Primero que nada porque las personas, al poder tener un mejor balance entre su vida personal y profesional, se encuentran más felices. Y al estar las personas más felices invariablemente incrementan su enfoque, su creatividad, su motivación, sus ganas de trabajar y, por consecuencia, su productividad. La clave es muy simple. Si quieres tener un nivel de productividad en tu vida que sea de otro planeta y jamás vista por ningún ser humano, lo que necesitas hacer primero es incrementar tu felicidad. 

Esto lo deberían de tener clarísimo todas las personas y sobretodo las personas en cargos gerenciales y de recursos humanos. Imagina por ejemplo una persona enferma, con depresión, con angustia, con frustraciones, con sueños rotos, sentada durante 12 horas al día en el mismo escritorio, con problemas familiares, con deudas, con obesidad y enfocada siempre en lo negativo de la vida, ¿realmente crees que esa persona podrá ser productiva en su trabajo?

Lo más seguro es que esa persona cumpla con la ley del mínimo esfuerzo solo para que no la despidan, lo cual con el paso del tiempo solo genera más estrés, ansiedad, angustia y más enfermedades ya que la persona en el fondo sabe que en cualquier momento podrán prescindir de ella y echarla a la calle. Si realmente quieres ser un trabajador excepcional con resultados excepcionales necesitas incrementar los factores positivos en tu vida y conseguir un estado de plenitud y de felicidad. Es muy probable que el trabajo remoto no sea la panacea ni la respuesta a todos tus problemas pero no podemos negar que puede beneficiar muchísimo a la hora de lograr un mejor balance entre la vida laboral y personal y esto, a su vez, puede ayudar a reducir considerablemente tus niveles de estrés, de ansiedad y de frustración.   

Te pongo mi propio caso como ejemplo. Yo odiaba tener que levantarme temprano para trasladarme en transporte público a la oficina. Odiaba tener que irme sin desayunar o comer cualquier cosa chatarra de camino porque se me hacía tarde. Odiaba tener que dedicar un tiempo especial para seleccionar la ropa del día y para planchar. Odiaba tener que estar siempre apresurado y corriendo para llegar a tiempo. Odiaba tener que sentarme siempre en el mismo escritorio viendo hacia la misma pared. Odiaba tener que ver todos los días a las mismas personas que me caían mal en los pasillos. Odiaba tener que ir seguido a comprar ropa especial para la oficina. Odiaba tener que pedir permisos para hacer cualquier trámite por más básico que fuera (como por ejemplo para ir al banco), Odiaba tener 6 miserables días de vacaciones al año que no me alcanzaban para nada. Básicamente odiaba sentirme encarcelado dentro de una rutina que parecía repetirse en un bucle infinito de lunes a viernes.  

Y obviamente todo eso impactaba de manera directa en mi felicidad y, por consecuencia, en mi productividad también. Quizá para ti y para muchas personas esas cuestiones suenen ridículas e infantiles pero para mi eran casi de vida o muerte. Créeme que generaban una cantidad de frustración tan grande que al final la única opción viable que encontraba a estos problemas era simplemente renunciar al trabajo. Renunciar se convirtió por muchos años en mi válvula de escape. Y si bien es cierto que a través de esto conseguía mucha paz, tranquilidad y felicidad en el corto plazo, esa definitivamente no era una solución en el largo plazo. 

Los primeros días después de cada renuncia obviamente eran de euforia total. Tenía todo el tiempo libre del mundo para hacer lo que quisiera, para ir a esos lugares para los cuales nunca tenía oportunidad, para levantarme tarde, para cocinar saludable, para ir a pasear, para viajar a cualquier parte que se me antojara, para visitar a la familia y amigos que tenía años sin ver y básicamente era capaz de saborear una libertad que me llenaba de alegría y una libertad que me ayudaba a recuperar las ganas de vivir. 

Sin embargo, yo en el fondo sabía que esto no era una solución viable ni sostenible. Al cabo de unos meses el dinero ahorrado desaparecía y de nuevo tenía que regresar a la misma rutina tóxica que odiaba con todo mi ser. Quizá con otra empresa, quizá con otro jefe, quizá con unas responsabilidades ligeramente diferentes, quizá hasta en otra ciudad, pero al final de cuentas a la misma rutina tóxica fuente de todas mis frustraciones, ansiedad e infelicidad. 

Este patrón de “Renunciar y Buscar” se convirtió en un ciclo para mi durante muchos años. Prácticamente lo hice durante todos mis veintes. Renunciaba al trabajo y después de un par de meses buscaba uno nuevo. Renunciar y buscar. Renunciar y buscar. Renunciar y buscar. Este ciclo formó parte de mi vida y hasta de mi propia identidad como persona. Era un ciclo que duraba aproximadamente 1 año y obviamente no me estaba llevando a ninguna parte. Era muy similar a como funciona una droga, solo me daba felicidad momentánea pero después me hundía más en la miseria. 

¿Cuál fue la verdadera solución a todo este drama?, implementar en mi vida el trabajo 100% remoto. El trabajo remoto era algo que ya llevaba un tiempo considerando pero que seguía viéndolo como algo inalcanzable, inapropiado, estigmatizado o como algo que jamás aceptarían las empresas para las que yo trabajaba (aún y cuando mis trabajos estaban relacionados al sector tecnológico). Sin embargo, en el año 2020 llegó la “bendita” pandemia que le ayudó al mundo entero a abrir los ojos y fue la razón perfecta para que yo finalmente me diera la oportunidad de dar ese pequeño salto.

Y créeme que al trabajar de manera remota se borraron casi como por arte de magia prácticamente todos los problemas de la rutina tóxica (como por ejemplo el tiempo perdido en tonterías como planchar, traslados a la oficina, seleccionar la ropa adecuada, escuchar chismes de los demás, etc.), y obviamente todo ese tiempo extra que se liberaba al día ahora podía utilizarlo en cosas que realmente me interesaban y en cosas que realmente aportaban un valor mucho más grande y significativo a mi vida (como por ejemplo para ir al gym, para comer comida más saludable, para leer libros o para viajar).

Y lo mejor del caso es que, me di cuenta, que podía hacer todo esto sin tener que descuidar mi productividad. Y de hecho fue precisamente lo contrario. Ahora yo estaba en un estado mental tan positivo, tan feliz, pleno y motivado que la productividad llegaba simplemente como una consecuencia natural de dicho estado mental. De hecho me atrevo a decir que no conozco una persona feliz que no sea productiva. No existe. La felicidad siempre irá de la mano con la productividad que puede ofrecer una persona. Podrá sonar lógico o muy simple pero esto fue una gran revelación para mí. 

Y fue precisamente esta revelación la que me ayudó a conocer la verdad. Por fin me pude dar cuenta que yo no era el problema de la situación, me pude dar cuenta que yo no era el que tenía que cambiar o el que tenía algún trauma, problema psicológico o dificultades de adaptación. Asimismo, me pude dar cuenta que yo no estaba negado a trabajar. El verdadero problema eran las condiciones para desempeñar el trabajo. Yo no quería estar encerrado en una oficina siempre como si fuera un delincuente peligroso condenado a cadena perpetua. Yo quería trabajar desde cualquier parte del mundo donde me sintiera agusto. Y moverme de lugar cuando fuera necesario. Yo simplemente estaba buscando mi libertad. 

Y de hecho al final a las empresas únicamente debería importarles que sus empleados sean productivos. Cualquier otra cosa sale sobrando. A las empresas no debería importarles que vayas físicamente y que estés sentado en un escritorio todo el día consumiendo recursos (como luz, agua, café, internet, equipo de oficina, etc.), porque en realidad todo se traduce en dinero. Los empleados son números que deben ser medidos por su productividad y por la cantidad de dinero que le generan al negocio. No deben ser medidos por cuantas horas estuvieron sentados en una silla. O por cuantos chismes escucharon en el pasillo. O por cuantas veces se levantaron al baño. 

Así que bueno, como podrás darte cuenta en mi caso el trabajo remoto representó la solución de raíz y definitiva a todos los problemas de la rutina tóxica que venía acarreando y soportando durante años y es posible que también sea la solución que tú mismo has estado buscando para incrementar tu felicidad y tu productividad. Y no me malinterpretes, estoy consciente que el trabajo remoto no soluciona absolutamente todos los problemas que tienes en tu vida.

Por ejemplo, es posible que no solucione los problemas que tienes con tu pareja o con tu familia (aunque incluso en este caso podrías dedicarle más tiempo a tus seres queridos aprovechando la flexibilidad que otorga el trabajar de manera remota). Mi recomendación aquí es que simplemente te aproveches de todas las bondades del trabajo remoto para impactar de manera positiva todas las áreas de tu vida y, con ello, obtener una productividad muy superior en el ámbito laboral.  

Créeme que no debes sentir preocupación, angustia o vergüenza por querer implementarlo en tu vida. Habla con tus jefes de manera muy honesta y sincera sobre este asunto. Debes pensar que al final para tu empresa esto representará una ganancia económica si tu productividad aumenta bajo el esquema del trabajo remoto. Considera que les estás haciendo un favor, porque en realidad sí lo estás haciendo. 

No caigas en la mentalidad vieja y arcaica de pensar que el trabajo remoto es un privilegio reservado para personas con influencias o que solo es para personas flojas y que no quieren esforzarse o para aquellas personas que no les interesa el bienestar y progreso de la empresa para la cual trabajan o, peor aún, pensar que el trabajo remoto es solo para aquellas personas sin compromiso. Es todo lo contrario.

El trabajo remoto es para quienes buscan maximizar su productividad mediante el balance adecuado de su vida personal con su vida profesional. Así que no permitas que nadie te diga lo contrario. No permitas que nadie te quite esa posibilidad. No permitas que nadie te obligue a trabajar de manera física esclavizado y atado a un escritorio como si fueras un delincuente. No permitas que nadie te robe la esperanza de ser libre.

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