Aunque de entrada parezca algo extraño, el éxito no es igual para todos. El éxito es algo subjetivo. Para algunas personas el éxito puede significar tener mucho dinero en la cuenta bancaria. Para otras el éxito puede medirse a través de cuántas personas has ayudado a mejorar su situación, para otras el éxito puede significar tener fama y poder y para otras puede significar el haber dedicado su vida a la iglesia y a Dios. En fin, puede haber muchas definiciones de éxito aunque la sociedad y nuestro entorno la mayoría del tiempo tratan de encasillarnos en una única definición. Y esto estaba muchísimo más marcado antes, en la generación de nuestros padres por ejemplo, donde la definición de éxito era muy concreta, específica y cuadrada.
En la generación de nuestros padres, que fue más o menos entre la década de los 50 y la década de los 80, el éxito impuesto por la sociedad se medía de una forma muy diferente a la que tenemos hoy en día. Básicamente consistía en comprar una casa, comprar un carro, tener un trabajo estable, casarse y tener hijos. Aquellas personas que lograban cumplir con todos estos puntos, como si se tratara de una receta de cocina, eran consideradas sumamente exitosas (y mucho mejor si lograban todo antes de los 30 años).
Como podrás imaginar, existía una presión social enorme por parte de los familiares, de los amigos, de los compañeros de trabajo y de la sociedad entera por cumplir con estos requisitos y a cualquier persona que decidiera encaminar su vida en una dirección contraria le esperaba un camino lleno de obstáculos, resistencias y rechazos por parte de todo su entorno. Esas personas, que en el fondo eran muy valientes, en automático eran consideradas raras, descarriadas, locas, daban pena ajena y hasta sufrían de discriminación. Suena horrible pero es verdad.
Tristemente por esa razón hoy en día existen muchas personas de la generación de nuestros padres que se encuentran frustradas con la vida, con vacíos existenciales y que sienten demasiado odio, resentimiento y rencor dentro de sus corazones. Y es que no tuvieron otra opción ni alternativas. La mayoría de esas personas fueron detrás de metas sin siquiera desearlas en realidad. Lo hicieron todo por compromiso. Por el miedo al rechazo. Por el qué dirán. Lo hicieron porque eso fue lo que les dijeron que tenían que hacer para ser felices y para ser considerados como personas de valor dentro de la sociedad.
Pero créeme que cumplir expectativas y metas que alguien más impone para tu vida sin siquiera parar un segundo para reflexionar y cuestionar, tiene sus grandes consecuencias. ¿Qué pasó con todas esas personas que no querían tener hijos?, ¿qué pasó con todas esas personas que no querían casarse?, ¿qué pasó con todas esas personas que no querían endeudarse a 30 años para comprar una casa minúscula del Infonavit?. Estos cuestionamientos eran impensables. Este tipo de preguntas no eran aceptadas y, por el contrario, se silenciaba rotundamente a cualquier persona que intentara pronunciarlas. Sin duda fue la generación del “cállate y obedece”.
Fue algo lamentable sin duda. Afortunadamente hoy en día existe mucha más libertad de elección. No estoy diciendo que sean tiempos perfectos ya que aún sigue habiendo presión social para ciertos aspectos pero sin duda hay más apertura y mucha más autonomía a la hora de tomar decisiones con respecto a lo que deseas para tu futuro. El éxito ya no está tan encasillado como antes. El éxito ya no tiene que ver con coches, casas, matrimonio o hijos. De hecho estas cosas se han vuelto opcionales. Si deseas tenerlas está muy bien pero la sociedad ya no te presionará tanto como antes por conseguirlas. Eso, desde mi punto de vista, está perfecto y es un avance enorme digno de aplaudirse.
De hecho el éxito hoy en día está ligado precisamente al tema de las libertades. Se valora mucho la libertad financiera (contar con los recursos suficientes para cumplir tus metas), la libertad geográfica (poder decidir en qué parte del mundo quieres vivir) y la libertad de tiempo (para poder pasar ratos de calidad con tu familia, amigos, hijos, mascotas, etc.). Además de las libertades también se valora muchísimo la salud tanto física como emocional. Las personas que consiguen alcanzar esas 3 libertades y además consiguen mantener una buena salud física y mental a lo largo de los años, son consideradas exitosas.
El éxito es personal
Al final te reitero que el éxito es personal. Puede ser que te identifiques con esta nueva definición de éxito que la sociedad está adoptando, la cual por obvias razones es muchísimo más flexible que la que existía en la época de nuestros padres, pero también es válido si consideras que el éxito representa algo diferente. Yo en lo personal que vivo siendo Nómada Digital y me encanta el tema de la libertad, me identifico bastante con esta nueva definición y lo que más me gusta es precisamente esa flexibilidad que viene implícita.
No es una definición cuadrada como lo era antes. Es decir, coche, casa e hijos, no había mucho margen de maniobra. Eran cosas muy específicas y tangibles. En cambio, cuando defines el éxito a través de libertades, hay un abanico de posibilidades muy amplio. Por ejemplo, tú puedes conseguir la libertad financiera como mejor te plazca. Quizá la consigas mediante la renta de propiedades inmobiliarias, o puede ser que lo hagas a través de montar algún emprendimiento, o generando ingresos pasivos como por ejemplo mediante la publicación de un libro, o puede ser que la consigas casándote con una persona millonaria. Las posibilidades son infinitas. Tú decides cómo. Lo mismo pasa con la libertad geográfica. Al final se trata de tener opciones.
Lo que le pasó a la generación de tus padres ya no tiene porqué repetirse. No estoy diciendo que haya algo particularmente malo en querer casarse, tener un carro, casa e hijos, pero lo que sí es realmente malo es hacerlo solo por obligación. Mi recomendación aquí es que siempre cuestiones todo y no hagas nada de lo que no estés completamente convencido. Puede ser que tu éxito sea montar un circo a nivel internacional y eso está perfecto. Y esto no es ninguna broma porque de hecho ese fue el éxito de Guy Laliberté (el fundador del Cirque du Soleil). Así que créeme que cualquier cosa es válida.
Si estás leyendo este libro es posible que tú éxito sea convertirte en un Nómada Digital de tiempo completo como yo lo hice, aunque aún dentro de este ámbito de los Nómadas Digitales existen un sin fin de posibilidades. Por ejemplo, a lo largo de mis viajes he conocido Nómadas Digitales que se han enfocado en el tema de los voluntariados, otros en el tema de las inversiones, otros se han convertido en referentes para los temas inmobiliarios, algunos más en coaches de vida, salud, fitness y bienestar, otros en temas de tecnología y consultoría, otros en temas de educación, etc.
Así que aún cuando estemos de acuerdo en la visión macro (convertirte en un Nómada Digital), será tu deber encontrar aquellos detalles que te llevarán a definir tu propio éxito (por ejemplo qué tipo de Nómada Digital quieres ser). Ninguna persona es totalmente igual a otra y eso es lo normal. No permitas que te digan lo contrario. No somos galletas horneadas en un molde. Tú éxito no tiene porqué ser igual al de tu padre, ni al de tu amigo, ni al de tu vecino. Tampoco tú éxito debe ser igual al mío. Nadie más que tú es responsable de definirlo y ajustarlo a sus propias necesidades particulares. ¡Seamos personas completamente libres!
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