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Ventajas de vivir fuera de tu país cuando eres joven – Parte 2

Enfrentarás tus miedos.

El miedo es nuestro mayor enemigo. Salir de tu país puede ser aterrador por muchas razones pero, precisamente por esto debes hacerlo. Recuerda que la única forma de vencer el miedo es enfrentándolo en su propio terreno. ¿Te dan miedo las alturas?, salta de un paracaídas. ¿Te dan miedo las inyecciones?, inscríbete a un curso de primeros auxilios. ¿Te da miedo el mar?, aprende algún deporte acuático como natación. ¿Te da miedo hablar en público?, ve a conferencias donde puedas hacer preguntas, grupos de debate, círculos de lectura o graba vídeos para Youtube. 

Ya me entiendes, si quieres crecer, evolucionar y expandirte como persona debes hacer justamente lo que tus miedos te dicen que no hagas. Cuando recién empecé como Nómada Digital tuve muchos miedos y muchas dudas pero nada de eso me detuvo. Tenía miedo de quedarme atrapado en algún país sin dinero, tenía miedo de que mis jefes de aquel entonces no estuvieran de acuerdo con mi estilo de vida y me obligaran a regresar a la oficina, tenía miedo de no poder comunicarme con las personas porque mi inglés no era perfecto, tenía miedo de perder amigos, de que mi familia se enojara, tenía miedo de que me pasara algún accidente o me enfermara en el extranjero y no pudiera hacer frente a los gastos o que nadie estuviera allí para ayudarme, en fin, la lista era muy larga.

Al final nada de eso me sucedió. De hecho sucedió todo lo contrario. Mis ingresos se incrementaron, mi inglés mejoró muchísimo, hice amistades más sanas y me gané el respeto de mis amigos anteriores, mi familia me admira por ser tan valiente, contraté un seguro de gastos médicos internacional que nunca he tenido que utilizar en todos los años que llevo viajando pero que lo sigo pagando por si las dudas, mi pareja me ha apoyado siempre cuando me he enfermado (de cosas básicas como gripe o diarrea) y yo también lo he cuidado a él aunque, en realidad, ahora es muy raro que nos enfermemos porque nos hemos enfocado mucho en cuidar nuestros cuerpos con ejercicio en el gimnasio y una dieta saludable, mis jefes de aquel entonces jamás me obligaron a volver a la oficina y, además, conseguí más clientes, fundé una empresa, ahorré dinero, comencé a invertir en varias plataformas y, en resumen, mis ingresos se comenzaron a diversificar y han aumentado exponencialmente.

Todos los miedos que tenía fueron superados pero eso solo fue posible porque tuve el valor de enfrentarlos. Si hubiera dejado que el miedo me venciera, mi vida nunca hubiera mejorado al nivel que tiene ahora. Ciertamente hubiera sido la decisión más sencilla, quedarme encerrado en la casa, seguir con mi trabajo de oficina seguro y con ingresos estables, ver televisión por las noches y los fines de semana comer pizza y salir de antro con mis amigos de siempre. Hubiera sido cómodo. Hubiera sido fácil. Hubiera tenido una vida como cualquier otra, sin más ni menos. Pero déjame decirte que no hay ningún mérito en lo fácil ni en lo ordinario. Sé que lo he repetido ya varias veces a lo largo de este libro pero no hay crecimiento en la zona de confort. No permitas que tu vida se convierta en una vida genérica que se repite una y otra vez como si fuera una receta de cocina. 

Por si fuera poco, si hubiera tomado el camino fácil todos mis miedos seguirán allí, viviendo dentro de mí alma, consumiéndome poco a poco. No hubieran desaparecido jamás. Todo lo contrario. Hubieran aumentado su poder y su influencia en mis decisiones del día a día.  Ciertamente no había otra manera de superarlos más que siendo valiente y lanzarme a la pelea. Aprendiendo y ajustando las estrategias sobre la marcha. Ten en cuenta que siempre lo más difícil es comenzar, una vez que has dado los primeros pasos, tu camino se irá aclarando, se eliminará tu neblina mental, se despejarán muchas dudas e irán apareciendo recursos, personas, herramientas y formas que te ayudarán para poder continuar. Confía en el camino y avanza hacia una vida sin miedos, créeme que tu yo del futuro te lo agradecerá. Y no importa cuales sean tus miedos o lo grandes que pudieran parecer porque todos, absolutamente todos, se pueden superar. 

Mejorará tu autoestima. 

Muy relacionado con el punto anterior. Después de todo ¿qué mejor forma de aumentar tu autoestima que superando miedos?. Con cada miedo que superes será cómo si colgaras una medalla en tu pecho muy al estilo de los militares que, entre más medallas posean, significa que más alto rango tienen y más capacitados están para cumplir misiones complejas. Conviértete en un militar de alto rango.

Cuando una persona tiene alta autoestima se nota a kilómetros de distancia. Esa persona tiene una mejor postura, se para más recto, suele caminar con mayor seguridad, observa su entorno con atención y enfoque, hace contacto visual con las demás personas, escucha activamente cuando está en una conversación, no suele dejarse llevar por sus sentimientos o la emoción del momento, controla sus impulsos y sus miedos. Tener alta autoestima tiene muchísimas ventajas y te pondrá siempre en una mejor posición para afrontar problemas en  en todos los ámbitos de tu vida, ya sea en temas laborales, de pareja o en cuestiones relacionadas con tu salud. 

Yo antes de convertirme en un Nómada Digital nunca iba al gimnasio, me daba flojera, ¿para qué voy?, me preguntaba y al final mejor me quedaba dormido. Me alimentaba muy mal a base de hamburguesas, tacos grasientos, refrescos y pizzas y veía mucho la televisión. También había días completos en los que me la pasaba scrolleando en las redes sociales y stalkeando celebridades o perfiles de personas que ni conocía, incluso durante las horas en las que estaba sentado en el escritorio de la oficina, supuestamente trabajando.  

Mi salud obviamente iba de mal en peor. Estaba gordo. No tenía obesidad mórbida pero sí tenía bastante sobrepeso, alrededor de unos 15 kilos más que en la actualidad. Y no solo era la obesidad, el resto de mi cuerpo también daba señales de que había cosas que no estaban funcionando bien. Tenía mala circulación, disfunción eréctil, mis manos se entumían con mucha facilidad y tenía crisis existenciales. 

Y no solo eso, también tenía muchos problemas en la piel. Tenía caspa en cantidades industriales, ojeras que seguro salieron por dormir mal y por tanto estrés y una enfermedad que se llama rosácea que hace que la piel de la cara se ponga roja, áspera y gruesa. En cuanto a la rosácea, varios dermatólogos me dijeron que era una enfermedad incurable y que solamente se podían mejorar los síntomas con cremas especiales. Aparentemente estaba condenado a vivir con esa enfermedad por el resto de mi existencia. En fin, mi vida era horrible y con los escasos 25 años que tenía en aquel entonces mi cuerpo ya estaba lleno de achaques. 

Durante algunos años luché contra todos esos padecimientos que quizá puedas pensar que no eran tan graves (obviamente hay cosas peores como un cáncer por ejemplo), pero definitivamente esos problemas mermaban mucho mi calidad de vida. Las pastillas y las cremas que usaba nunca tuvieron buenos resultados y llegué a pensar que mi vida estaba condenada. Imagínate la situación, si a mis veintes donde se supone que estás en la mejor etapa de tu vida, en plena juventud, con el cuerpo apenas terminando su desarrollo, con toda la vida por delante, ya tenía ese tipo de problemas horribles como la disfunción eréctil, no quería ni pensar en cómo estaría viviendo a los cuarenta años.

Fue triste pero también esa situación me sirvió como una llamada de alerta que me ayudó a despertar. Esos achaques no eran genéticos ni causados por el destino ni por mi mala suerte como me había intentado autoengañar durante bastante tiempo. Afortunadamente me di cuenta que la única explicación coherente para tener esos problemas a mi edad era porque mis hábitos eran asquerosos. Mis hábitos me estaban hundiendo y estaban ocasionando que mi vida se fuera en picada. 

Tuve que hacer cambios bruscos en mis hábitos aún y cuando eso me causaba mucha incomodidad. Los cambios siempre causan incomodidad porque el cerebro está tratando de defenderse. Está tratando de defender lo que ya conoce. ¿Has escuchado la famosa frase de “mejor malo conocido que bueno por conocer”?, bueno pues esa frase resume muy bien lo que hace el cerebro. El cerebro construye conexiones neuronales que le permiten manejar las cosas en “piloto automático” y ahorrar energía. 

Te pongo un ejemplo muy sencillo para que lo entiendas, ¿te acuerdas cuando recién comenzaste a conducir un coche?, seguro los primeros días fueron complicados y tuviste que prestar mucha atención a todos y cada uno de los movimientos que hacías. Tuviste que ser muy consciente de todo tu entorno y seguramente fueron días muy agotadores por toda la energía que tenías que utilizar en ello. Pero ¿qué pasó después de unos meses?, seguramente ya podías llegar a tu casa hasta con los ojos cerrados, sin ningún tipo de esfuerzo ni problema. Esto sucede así porque el cerebro va creando nuevas conexiones. Literalmente cambia su estructura. 

Sucede igual con los hábitos que has repetido ya por años o incluso por décadas. Y lo hace tanto para los hábitos que son buenos como también para los que son malos. El cerebro no discrimina. Por eso dejar los malos hábitos (aún y cuando tú sabes perfectamente que son malos) como por ejemplo dejar de tomar refresco, es sumamente complicado ya que implica cambiar la estructura del cerebro. Y eso al cerebro no le va gustar para nada y va tratar de defender a capa y espada los caminos neuronales que ya tiene construidos.  

Aún y cuando exista algo que está destruyéndote por dentro y mermando tu calidad de vida, el cerebro no va querer cambiar y pondrá miles de excusas en tu camino aparentemente lógicas para que desistas y al final decidas no cambiar nada. Siguiendo con el ejemplo de tomar refresco, si decides cambiar es muy probable que los primeros días el cerebro te haga pensar cosas como: “no pasa nada, todo el mundo lo hace”, “es que la comida no me sabe igual sin refresco”, “mejor empiezo la siguiente semana”, “de vez en cuando no hace daño”, “tomar refresco es lo normal”, “en mi familia todos toman refresco”, y te puede dar un sin fin de razones más para que te detengas. 

No permitas que esto suceda. No permitas que tu mente te controle. Si tú ya sabes que existe un hábito que te hace daño, cámbialo aunque sea difícil. Lucha por cambiarlo. Resiste y persiste. Recuerda que esta lucha solo durará poco tiempo, en lo que el cerebro se acostumbra y crea sus nuevas conexiones neuronales. Una vez hecho esto, el nuevo hábito se convertirá en la nueva normalidad y le habrás ganado la pelea a tu mente. 

Siguiendo con mi horrible vida que iba en picada, te puedo decir que comencé a mejorar hasta que cambié mis hábitos por unos más saludables. Las pastillas y las cremas que me recetaron los doctores no me sirvieron de prácticamente nada. Realmente hubo una mejoría notable hasta que empecé a ir al gimnasio, cuando empecé a comer una dieta balanceada, cuando empecé a tener amor propio, cuando empecé a cambiar mis pensamientos negativos por pensamientos positivos, cuando dejé de ver televisión basura, cuando empecé a luchar por mis sueños y cuando enfrenté mis traumas y mis miedos. En ese momento fue cuando mis problemas comenzaron a desaparecer. 

No fue magia. Tomó su tiempo pero valió la pena esperar. Me esforcé muchísimo en ir al gimnasio de manera constante y disciplinada, eliminé los azúcares, los panes, los refrescos y las grasas de mi dieta, dejé de culpar a la suerte, a mis padres, al destino y a mi genética y en su lugar decidí tomar completa responsabilidad de mi salud, empecé a controlar mi ansiedad y mi estrés y, en resumen, me dediqué a trabajar en mí. Obviamente no fue fácil ni rápido pero después de varios meses comenzaron a llegar los primeros resultados.

Logré bajar de peso y mi circulación mejoró. Mis manos dejaron de entumirse y también pude superar la disfunción eréctil. La disfunción eréctil fue un tema interesante porque además de estar originada por el mismo sobrepeso y la mala circulación, también se originó por cuestiones mentales y psicológicas. Como dije antes, yo tenía demasiadas inseguridades respecto a mi cuerpo, tenía ansiedad, miedos, mucho estrés y mi autoestima y amor propio estaban por los suelos. Todo eso influyó en el desarrollo de esa disfunción eréctil con la que viví por muchos años y fue necesaria una combinación de trabajo duro en el aspecto mental y también en el aspecto físico para superarla. 

En cuanto a la rosácea también ha desaparecido por completo. Y lo mejor de todo es que ya no necesito tomar ninguna pastilla ni usar cremas especiales y costosas para combatir los síntomas. Esto también es bastante interesante porque, aún y cuando varios dermatólogos me dijeron que era incurable (de hecho en internet también aparece que es una enfermedad de por vida), ya tengo varios años sin presentar ningún síntoma. De hecho mi piel está mejor que nunca, está suave, brillante y hasta parezco más joven de lo que realmente soy.     

Así que lo de incurable resultó ser una completa mentira. Después de estas experiencias, para mí la palabra incurable hoy en día significa solamente que la ciencia no está lo suficientemente avanzada como para ofrecer un tratamiento convencional pero eso no significa que no haya alternativas para solucionarlo. Ten en cuenta que tu cuerpo y tu mente son extremadamente poderosos y son capaces de sanar cualquier cosa. Además, estar sano es lo natural. Los medios de comunicación y la mercadotecnia nos han vendido que estar achacoso es lo natural y lo normal, especialmente cuando llegas a cierta edad. Es mentira. Eso jamás será natural. El cuerpo está diseñado para funcionar correctamente no para estar enfermo y deplorable.  

Recuerda que las enfermedades solamente son un reflejo interno y son la manera en la que el cuerpo se comunica para que le prestes atención. Una enfermedad es como un grito de ayuda. Cuando te enfermas de cualquier cosa lo mejor es siempre echar un vistazo en tu interior para ver qué es lo que tu cuerpo te está tratando de comunicar y puedas hacer los cambios o ajustes correspondientes en tu estilo de vida. Eso es lo primero que debes hacer antes de salir corriendo a la farmacia a comprar pastillas. En aquel entonces mientras yo seguía tomando pastillas la rosácea lo único que hizo fue empeorar. Se quitó hasta que le presté atención a mi cuerpo y lo empecé a mimar y a cuidar como se merece. Cambié mis hábitos y mi diálogo interno y todo fue acomodándose.

Por último solo quiero aclarar que no es mi intención dar diagnósticos médicos ni quitarle mérito a los avances científicos que se han hecho en los últimos años. Solamente estoy hablando desde mi experiencia. No estoy en contra de las pastillas ni de los tratamientos convencionales pero sí estoy en contra (muy en contra) de que las empresas farmacéuticas nos han vendido y convencido por completo de que los fármacos son la única manera de recuperar la salud cuando, en realidad, nosotros mismos tenemos ese poder por naturaleza. No me lo creas, compruébalo. Mejora tus hábitos y cambia tu mentalidad por una positiva y ya me contarás los resultados.

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